Tres años ya. Y Jorge nos da otra vez una lección de rigor periodístico, compromiso con quien le pidió que lo escribiera, admiración y cariño por ese rubio seductor, tímido y absolutamente genial y genuino.
No hay casi nada más que decir, sólo que ese rigor que Jorge ha demostrado debería ser un objetivo diario para la Fundación que puso en marcha el proyecto que Iñaki soñó. Básicamente porque el sueño era suyo y no de nadie más. Porque se merece hacerlo bien, como él lo soñó y porque toda la gente que hace suyo ese proyecto -mucha gente- también se lo merece.
