TOMAZ HUMAR SIEMPRE AL LÍMITE COMO "TURISTA PROFESIONAL" COMO ÉL DECÍA....




Aún estábamos rememorando su increíble rescate en la vertiente Rupal del Nanga en 2005, cuando en el intento de rescate de Oscar Pérez no se conseguía movilizar los medios necesarios.
Él continuaba su vertiginosa y atípica carrera personal, solitaria, extrema contra sí mismo. Esta vez en el Langtang Lirung que se ve desde cualquier terraza de Kathmandú mientras te tomas un "continental breakfast". Él allá sabía y comunicaba por radio que era su última aventura.

Mientras tanto, se solicitó la ayuda del mejor cuerpo de rescate del mundo: el grupo suizo de rescate aéreo de Zermatt. En tan solo un día estaban ya en el campo base de la montaña, con uno de sus mejores y más experimentados pilotos y con Simon Anthamatten, que además venía aclimatado tras su reciente apertura de la cara sur del Jasemba. También iban en el grupo familiares y la doctora de Tomaz en Eslovenia, según nos confirmó Branko Ivanek. El viernes por la mañana ya estaban listos, pero el mal tiempo impidió volar al helicóptero y el riesgo de aludes no permitió el ascenso por tierra.

Pero en el momento en que ha sido posible, el piloto Robert Andenmatten y el alpinista Simon Anthamatten han conseguido localizar el cuerpo y descender con él.


Y tiempo habrá de analizar para aprender para futuras ocasiones este extraordinario dispositivo de rescate que ha funcionado como un reloj desde el primer minuto y de hablar como se merece de alguien como Simon Anthamatten. Uno de los mejores alpinistas del mundo que siempre está arriesgando y dejándolo todo por ayudar a sus compañeros. Como ya ocurrió el año pasado con el rescate de Iñaki Ochoa de Olza. La nueva generación de guías suizos (Steck, Anthamatten, etc.) están llevando el alpinismo a límites impensables. Pero para ello no han olvidado ni una coma de la vieja ética que sus antecesores ayudaron a crear hace ya más de 100 años, como verdaderos custodios de la llama sagrada del alpinismo.


Lo de calificarse a sí mismo como 'turista profesional' era más que una broma recurrente; era un intento de desmarcarse de gestas deportivas que muchos valoran y que él desprecia con elegancia. Cuando fue invitado a una ponencia en el prestigioso festival de Banff, se presentó diciendo: "Yo soy un puto turista que nunca ha subido al Everest. ¿Podemos comenzar el debate?". Cada vez que daba la mano, machacaba sin piedad los nudillos del saludado, con especial saña si este era un personaje trajeado, sólo para reírse de la cara que pone. Cualquiera que anduviera cerca debía esperar de él una broma o una mirada de sincero cachondeo cada vez que algún incauto caía en una de sus trampas verbales, o cometía un error. Pero es mejor no engañarse; su carácter era intuitivo y continuamente estaba poniendo a prueba al interlocutor. Su fama de loco o de, digamos, poco serio, formaba parte de una cuidada campaña de imagen personal que a veces era el mejor escudo para luego sorprender hablando de negocios. Contestaba lo que quería a las preguntas, desviaba la conversación, driblaba como un futbolista cualquier cuestión incómoda; a base de chistes, no revelaba nada que no quisiera. Una impecable sonrisa y una risa fácil le libraban de toda sospecha.


Pero, conversando con calma, demostaba cualquier cosa menos frivolidad. No bromeaba a la hora de hablar de la lucha personal tras un accidente que casi acaba con su carrera, del entrenamiento, del autodominio. Evitaba centrar la conversación en largos de escalada, material o cotaciones; prefería centrarse en la comunicación trascendente con la montaña y los espíritus que la pueblan... para de pronto saltar a la acción en estado puro. No era modesto ni pedante; sabe que es bueno en lo suyo y no lo niega. Nadie lo haría a la vista de su historial deportivo: una nueva vía en la Sur del Dhaulagiri, en solitario y en alpino; una magnífica apertura a la arista noroeste del Ama Dablam; un episodio épico en el Nuptse. Momentos terribles y rutas gloriosas que han hecho de él un referente en la escalada de extrema dificultad y compromiso. A la vuelta del Dhaula, el mismísimo Messner fue al aeropuerto a felicitarle. Según el momento y quién le escuchaba, sería considerado un maestro del extremo, un suicida vocacional, o un rey del marketing. En cualquier caso, como él decía, un profesional en toda regla. Lo de 'turista', podía ser una manera de reírse de sí mismo, pero también puede dejar una traza de broma cruel dirigida al resto de los humanos que nos arrastramos a ras de suelo, o incluso de los que sí han subido al Everest, sujetos a un puño jumar y a una cuerda fija, un pasatiempo que él no entendía y que se negaba a asimilar al alpinismo.


Extractos de www.barrabés.com

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